humillado para la gloria
Doliente es humillado por su condición enferma;
El insolvente es humillado por su situación de miseria;
Los padres son humillados por la mala conducta de los hijos;
Los hijos son humillados por la mala conducta de los padres…
Mientras que el orgullo promueve la deshonra, la humildad precede a la honra.
Pero, ni siquiera por eso el orgullo pasa de moda. Desde los primeros habitantes del planeta, el orgullo se hace presente.
Los presuntuosos son los que más se perjudican.
Nadie es alguna cosa en este mundo.
La criatura humana solo puede considerarse alguna cosa si y solo si conoce al Señor y Salvador Jesucristo.
Para lo cual es preciso ser humilde o estar humillado.
El conocimiento del Señor es la única cosa que justifica la gloria humana.
El resto es resto y con el tiempo desaparece.
No es sabio andar por el camino del orgullo, la vanidad o la arrogancia, bajo pena de acabar en la calle de la amargura.
Aprender esa lección constituye un enorme desafío que, debido a la naturaleza humana, cada uno tiene que aprender solo.
La única manera de que el ser humano reconozca el máximo de su insignificancia es cuando está en un aprieto.
Sea un aprieto del área sentimental, de la salud debilitada, del área familiar o económica.
En ese caso, todos llegan rápidamente al fondo del pozo de la humillación y la vergüenza.
Siendo así, no hay alternativa sino la de rendirse a la humildad.
Al contrario de lo que se piensa, Dios no es responsable por nuestras desventuras.
Por lo contrario, nosotros mismos recogemos los frutos de lo que sembramos. Cosechamos hoy lo que plantamos ayer; cosecharemos mañana lo que plantemos hoy.
Nuestras desventuras son creadas por nosotros mismos.
Es verdad que Él ha permitido que lleguemos a nuestro fondo del pozo. Pozo individual.
Es que la compasión Divina ha dejado que nuestra naturaleza nos enseñe el camino de la humildad, ya que, debido al orgullo, no damos oídos a Su Palabra.
La humillación de los sufrimientos conduce al alma a la humildad y, consecuentemente, a la honra. Eso si recurrimos al Creador.
Un afortunado beneficiario de esa lección reconoció al sufrimiento como puerta de entrada hacia la salvación y confesó:
“Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda Tus estatutos.” Salmo 119:71
“Así dijo el SEÑOR: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que Yo soy el SEÑOR, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice el SEÑOR.” Jeremías 9:23-24
ESCRITO POR EL OBISPO MACEDO
PAG DEL OBISPO : http://www.bispomacedo.com.br
JANET MORA
ResponderEliminarMuy cierto aveces llegamos a pensar que somos de alguna manera importantes pero el único valor que tenemos es el de conocer verdaderamente al Señor Jesus, por que después de humillarnos a el vendrá la honra.